jueves, 18 de diciembre de 2014

Nuestro libro "Diarios de Bambucicleta" fue elegido entre los mejores libros de viaje del año!


Comenzar por primera vez un viaje en bicicleta no es fácil, y más aún si no conocemos a nuestra compañera y si pensamos hacerlo pedaleando en bicicletas de bambú. 
Aprender a improvisar siguiendo la intuición es la clave. Vivir cada día como si fuera el último, animándonos a escribir nuestra propia historia. Dejar atrás los miedos y prejuicios, el presente es el único tiempo que existe.  


¨Diarios de Bambucicleta - relatos de viaje con bicicletas de bambú por Argentina, Bolivia, Brasil¨

Info: 196 páginas, fotos (color, blanco y negro) mapas, ilustraciones. Precio: AR$ 200

Envíos por correo en Argentina y a todo el mundo. 
Podés conseguirlo pidiéndolo a caminobambu@gmail.com y te lo enviamos por correo.

Lo podés encontrar también en:

Argentina: 
Rosario: Bar Cooperativa Pichangú, Salta esquina Rodriguez

España:
Madrid:
La bicicleta café http://www.labicicletacafe.com/localizacion.html

Valencia: 





Con gran orgullo, nuestro libro fue elegido por La Editora Viajera de España como uno de los mejores libros de viajes de este año. ( link completo: http://www.ungranviaje.org/2014/12/mejores-libros-de-viajes-para-regalar-estas-navidades/ )




Lo que nos escribieron algunos lectores acerca del libro: 


Andres Salum
10 de julio de 2014

Amigos, ayer terminé de leer su libro, el cual no pude dejar desde que lo empecé. Como les comenté antes me dieron ganas de ir a pedalear por Bolivia, de descubrirla ahora que tengo una nueva mirada de este país gracias a uds. El relato que hicieron es muy bueno, entretenido, excelente balance entre la aventura, lo romántico y lo espiritual! Hasta el final lo mantienen a uno con la incógnita sobre como termina. Larga todo a la mierda y vuelve con ella? Sigue con lo que le dicta la conciencia y la lógica?Bueno, deben leer el libro para saberlo!!
Lástima que debamos esperar a que vuelvan para el próximo!!!!
Besos y suerte con esta nueva aventura!

Cristina Plüss de Pugnaloni
26 de agosto de 2014

QUE HERMOSO RELATO… PARECE UN CUENTO…CUÁNTA ALEGRÍA ME DAN, PIENSO QUE ESTAN SOLITOS POR ESOS CAMINOS EN BICI… PERO LLENO DE FELICIDAD,,,,,,,SUERTE CHICOS

Pablo Carrillo
13 de enero de 2015

Hola Chicos, les escribo porque gracias a una noche de cervezas en un barcito de
Rosario, Pichangú, pude tomar su libro y leerlo mientras esperaba a mi hermano en el bar…
Quede atrapado y sin dudarlo lo compre.
En casa lo termine y fui compartiendo parte del mismo con mi familia.
Además de agradecerles y felicitarlos, deseaba consultarles donde podría verlos
en Rosario,
ya que Fausto, mi hijo mayor desea conocer de cerca las bicis….
Les dejo un afectuoso saludo desde Baigorria.


Alejandra Meza
6 de julio de 2014

Hola Chicos, ayer estuve en la presentación y me llevé un libro, bellísima la experiencia de ustedes, lo estoy leyendo con mucho entusiasmo. Un amigo me pidió que le reservara un ejemplar, pero ya me había ido del bar. Ustedes pueden reservar uno y decirme donde lo puede ir a buscar. Saludos Y Dios los guarde, los guíe y su amor esté de continuo reflejándose.

Magui Gi 
6 de julio de 2014

Desde que tengo su libro en mis manos no puedo dejar de leerlo ! Es sumamente motivador y nos dan la posibilidad de figurarnos un poquito de lo que fue ese maravilloso viaje! GRACIAS POR COMPARTIRLO! Buen viaje !

Francisco Polo 
Hola Marqueta! (…) Sigo leyendo y disfrutando vuestro excelente libro. Ya voy por Bolivia. Guardó en mi memoria una bella imagen de nuestras conversaciones y habéis dejado en mi recuerdo una suave estela de ternura. Un gran abrazo para Niko y otro para ti Marqueta (a ver si a fuerza de escribirlo me aprendo tu nombre, Uff que difícil!).

Sofia Stengel
Hola chicos! comencé a leer el libro. Increíble!!! esta muy bueno! los felicito!! gracias por la dedicatoria. mucha suerte en el viaje! le deseamos lo mejor.



Presentación de nuestro libro en Rosario, Argentina
Presentación del nuestro libro en la Bicicleta café en Madrid, España
Paseos en bicicleta por Madrid




Presentación del libro en Valencia, España



Ahora estamos nuevamente en viaje, pedaleando en una bicicleta doble de bambú por el corazón de América. Podés seguir nuestro recorrido en nuestra página de facebook o en nuestro blog Camino Bambú.
Saludos y buena senda!

Frente el mar transparente de La Paz, BCS, México

Pedaleando por las Salinas más grandes del mundo en Guerrero Negro,BC, México 
Frente al Golden Gate Bridge, San Francisco, California

miércoles, 16 de julio de 2014

Esta historia continúa en www.caminobambu.com


Muchos sucesos han pasado desde los últimos post en este blog. La vida avanza sin pausa y poco me he detenido para reflexionar en estas páginas. Pero seguimos escribiendo, ahora en letra impresa. Diarios de Bambucicleta se transformó en un libro que recientemente publicamos, narrando la historia de estas bicicletas y de mi singular encuentro con Marketa. 
Ahora estamos nuevamente en viaje, en una bici doble de bambú, buscando conocer nuevos caminos. Seguiremos publicando en nuestro blog www.caminobambu.com , como también en facebook www.facebook.com/caminobambu .Esta página personal queda pendiente de ser actualizada, pero le conservo todo el cariño y prometo hacerlo cuando vuelva a sentir la necesidad. Mientras tanto, nos vemos en los links anteriores. 
un gran abrazo y buenas sendas para todos. 


sábado, 22 de diciembre de 2012

Y lo concreto? se hace andando.


Ayer falleció Charles. Me lo contaba mi abuela recién llegada de Merlo. “Que manera tan linda y digna de morir”. Era ya viejito, alguien que toda su vida había sido muy meticuloso y organizado.

Ella me contó que en un principio se había pensado que podría haber sido debido a una electrocución, porque lo encontraron muerto junto al poste de luz en el momento en que estaba averiguando por qué no había electricidad en la casa. Ese día antes había estado limpiando algo grande, creo que la pileta, haciendo mucho ejercicio y estando en movimiento. Piensan que simplemente falleció, su corazón se apago. No había rastros de choque eléctrico, simplemente lo encontraron en una posición tranquila, con los brazos cruzados sobre el pecho y la cabeza un poco mirando hacia abajo, como quien se duerme tras una jornada agotadora de vigilia y acción.

Yo entonces pensé en los posibles dolores de un infarto previos a la muerte, y le pregunte:

Por que tan linda?

Y ella me contesto algo tan cierto: todos los parientes y conocidos que han ido falleciendo en estos años generalmente lo hicieron tras largos padecimientos crónicos, de lenta agonía de cáncer con destructivas radioterapias en tristísimos sanatorios, o enfermedades degenerativas estilo Alzheimer, en donde iban perdiendo sus capacidades y a su vez iban siendo muchas veces tratados como si ya estuvieran muertos. Incluso mi abuelo Pocholo, que tantas culpas tenía guardadas, pasó unos últimos años entre operaciones y silla de rueda en donde su indignación con el mundo se iba incrementando y en donde ya el mundo prefería, y esta vez podía, evitar sus agravios.

Charles falleció como un caballero, buscando mejorar lo que lo rodeaba con su presencia hasta el último momento, con paciencia y meticulosidad, sin perder la constancia.

Y por eso un día como hoy, 22 de diciembre del 2012, habiendo comenzado el nuevo ciclo astronómico, solar, etc etc, con todos los cambios de vibraciones que eso implica, uno termina pensando en esas cosas. En la manera digna de morir, quizás por el morbo. Pero mucho más aun en esa manera de vivir que estamos emprendiendo, que dignifique y de sentido a nuestro paso por el mundo, a nuestro aporte para clarificar la relación entre nosotros y el universo del que somos parte.

Se trata de buscar la libertad, y de ayudar a que todos nos entendamos libres y con igualdad de atribuciones entre cada uno de nosotros. Al fin y al cabo hasta la ciencia reconoce que somos  pedacitos de estrellas pasadas que ahora vibramos al ritmo de su luz. 

miércoles, 12 de octubre de 2011

Parentesis para la sinceridad.




Cada varias semanas me invade esta confusión recurrente, en donde son tantas las cuestiones que tengo entre manos que por momentos creo perder el rumbo, y peor aun, a veces también la cordura. Hoy por eso voy a hacer un paréntesis en la narración del viaje en bambucicletas con Marketa por Sudamerica, para ensayar un balance general de todo lo que esta ocurriendo en mi vida y en el proyecto de las bicis en los últimos tiempos.


Generalmente este agobiante estado de paralizante confusión se calma con solo salir a dar una vuelta para despejarse. Pero también entiendo lo efectivo de plasmar esos pensamientos en palabras, para ordenarlos y reencontrar asi el camino que habíamos elegido.


A veces veces dudo de por que decido publicar estos razonamientos tan intimos en un medio virtual que esta al alcance de cualquiera... y es que justamente, todos estos son solo razonamientos de percepciones y sensaciones propias, que pueden cambiar con el tiempo pero que en este momento representan mi manera de decidir y de actuar.


Muchas veces me han preguntado, como se me ocurrió armar una bici de bambú. Siempre la explicacion gira en torno a cuestiones tecnicas, de por que venia estudiando el material, o por que queria viajar en bicicleta. Pero lo mas determinante fue que estaba podrido de vivir como vivia. Mi rutina consistia en una vida de escritorio, cursando para la facultad o haciendo horas de trabajo de oficina. Entre medio, me movia en el auto, alimentando esos picos de stress que eventualmente me harian colapsar.


Queria independizarme, alejarme de ese modo de vida tan alienante y dependiente de un sistema que casi nunca siento que me representa. No estaba seguro de hacia donde habia que correr, solo sabia que de seguir de ese modo estaria alimentando aun mas mi depresion e insatisfaccion. Me decidi por aprender a armar una bicicleta como uno podria decidirse a construir un generador eolico, o un karting electrico. La idea era seguir perfeccionando el uso de las manos, herramientas esenciales del hombre. Todo el conocimiento adquirido siempre seria una riqueza creciente e invaluable, en una cultura que tiende cada vez mas a la especializacion y a la inutilidad general.


Jamas hubiera creido que iba a entusiasmarme tanto con este proyecto, ni que 6 anhos despues de haber comenzado iba a encontrarme donde nos encontramos ahora. Paso de ser una simple curiosidad a una movida de gran difusion, tratandose de algo que suena a "novedad interesante". Ademas, ahora no se trata como antes de un proyecto alocado que llevaba adelante de manera solitaria en el garage de mi casa. Desde hace un par de anhos que dos amigos se han sumado al proyecto, Chipo y Nino, con quienes venimos empujando de manera casi epica para sacar el emprendimiento a flote y poder garantizar la autosustentabilidad del mismo, poder subsistir con nuestro trabajo.


No es para nada facil la cuestion: esta claro que hay un gran interes por las bicicletas de bambu, pues son muy notables las ventajas que tiene este material por sobre las de metal. El desafio radica en que el metodo de armado es una extensa cadena de procesos que requieren un cuidado y una pericia artesanal, presentandose numerosas dificultades para lograr una sistematizacion que reduzca los tiempos y esfuerzos necesarios para poder ensamblar un cuadro. En terminos generales, hay infinidad de variables que complejizan enormemente el proceso con respecto a un cuadro metalico soldado, por lo que se hace dificil desglosar el proceso en subtareas simples y transferibles. Lo interesante, pero que a la vez le adiciona dificultad al desafio, es que estas tecnologias no estan aun bien desarrolladas, por lo que no tenemos muchos puntos de referencia. En el mundo, los otros pocos que estan construyendo bicicletas de bambu evidencian estar encontrandose con los mismos problemas tecnicos, por lo que aun no hay quienes puedan contar con un proceso fluido y simplificado de armado.


Siempre hay pequenhos sucesos que desencadenan una catarata de reacciones animicas. Hoy pude identificar uno que aparentemente fue el principal que me bajo el animo.

Es que en estas ultimas semanas venimos trabajando con Nino durante todo el tiempo disponible, para poder llevar adelante esta reconversion del proceso de armado de los cuadros de bambucicletas, que permita esa cierta sistematizacion y simplificacion anhelada, basandonos en el uso de matricerias. Pero si bien sabemos que es posible hacerlo, pues ya hemos ensayado con los primeros disenhos y prototipos de estas herramientas, todavia no hemos logrado esa simplificacion buscada. Cada paso que damos estan llenos de problemas y errores posibles, y las fallas no se hacen esperar. Hoy, las cosas no salieron bien, y una matriz en la que estuve trabajando varios dias quedo inutilizada, demostrandome una lista de errores de los cuales uno aprende, pero tambien retrasandome enormemente segun lo que habia imaginado podrian ser los tiempos de desarrollo.


Por suerte todo este proceso creativo en donde disenhamos y construimos las herramientas esta guiado por los invaluables consejos del Viejo Nestor. El Viejo desde los anhos 70 que se dedica a la aeronautica, construyendo planeadores integramente, desde el primer herraje hasta el ultimo aleron. Ademas, es un experto en matricerias y en materiales compuestos. Pero lo mas importante, es un viejo muy copado, con toda la energia y ganas de hacer cosas, que aun conserva la personalidad inquieta y sonhadora de un ninho. Para nosotros es como un amigo, y a mi personalmente me recuerda mucho a mi abuelo Pocholo, por como logra sumergirse en un mundo paralelo de herramientas y manualidades, de conocimientos y tecnicas, que luego orgulloso intenta ensenhar a quien este dispuesto a escuchar y aprender. El es nuestro referente, y dia tras dia sus generosos consejos y recomendaciones nos han ahorrado muchisimos dolores de cabeza, ademas de adiestrarnos en como ser cada vez mas practicos y efectivos a la hora de disenhar un proceso, como en este caso de las bambucicletas.


Por otro lado, finalmente estamos llevando adelante la obra en Alvear, donde construimos un galpon que en el futuro inmediato va a alojar la fabrica de bicis, ademas de brindar otros servicios que utilizan tecnologias en composites, como la reparacion de planeadores. El tiempo nos persigue bastante, porque para poder costear los gastos de edificacion pedimos un financiamiento a un inversor privado que confia en la vendibilidad de las bambucicletas. El desafio radica en que para poder construir esas bicicletas segun el cronograma para cubrir el prestamo, hay que previamente tener terminada la fabrica y optimizado el proceso de matricerias, ademas de contar con gente nueva ya capacitada trabajando en el armado. Sin embargo, el monto total del prestamo contempla solo lo indispensable para edificar el galpon y construir las matrices por lo que no queda margen de maniobra para errores e imprevistos, ni para poder contratar gente para ir capacitando que se pueda sumar al equipo de trabajo. Lo gracioso es que esos imprevistos se dan con frecuencia, pues constantemente estamos innovando y probando tecnicas y variantes nuevas que puedan llegar a facilitarnos las tareas, pero que luego tienen resultados de los mas impensados. A veces peegamos un salto cuantico en las tecnicas por un accidente afortunado, y otras se te empasta todo y terminas rompiendolo a palazos, como ayer cuando se me pego la matriz con el modelo.


Y de tanto hablar de fabricas, matrices, procesos, eficiencias, inversiones, produccion, la cabeza se me va perdiendo del foco genuino. Porque poco de esto es lo que realmente me moviliza y me interesa.


Siendo sincero, no es mi objetivo ser un empresario exitoso ni un industrial afianzado. Mis anhelos van mas alla del materialismo y la racionalidad que nos guian culturalmente hoy en dia. Si empece este proyecto fue justamente porque queria escaparme de mi predominante personalidad racional, y entrar en sintonia con mi parte creativa, curiosa, sensible. Queria, como decia el Don Juan de Castaneda, encontrar un camino que tuviera corazon.

Y si bien la bici tuvo mucho de racional, pues se necesita un compilado de tecnicas para poder construir una, tambien hay mucho de suenhos y de fantasias en ella. Gracias a ella, entendida como representacion de uno mismo plasmada en un objeto, pude darme a conocer y asi poder acercarme a gente maravillosa, con un espiritu inmenso. Desde los primeros dias fui sorprendiendome de la capacidad que tenia la bambucicleta para atraer espiritus curiosos, para desatar temas de conversacion con desconocidos, para generar buena virba en un entorno. Es cierto que se han acercado a lo largo de este tiempo mucha gente interesada en el negocio que podria representar, pero muchos mas fueron lo que se sintieron atraidos por el mensaje esperanzador intrinseco que en ella se encontraba.


Asi, desde aquel primer prototipo, fui relacionandome y conociendo circulos sociales diferentes, alternativos, en donde los valores humanos y el respeto siempre fueron moneda corriente. Se que de otra manera me hubiera sido imposible, al menos intentando comunicarme en palabras, acceder a conocer ciertas personas, a vivir ciertas historias, como pude hacerlo gracias a la bici. Nunca hubiera creido que construir un objeto que sirviera como estandarte y que representara nuestros ideales seria tan efectivo a la hora de comunicarnos entre nosotros.


Los llamados con inquietudes acerca del tema fueron llegando desde muchos lados diferentes, y asi fui ganando espacio en el ambito como referente en la materia. Hubo proyectos lindos que aun no se concluyeron pero que siguen en pie en mis anhelos, como un desarrollo de “bambucicleta social” que hice para el INTI cuando fui becado en el area de Tecnologias Sustentables y Calidad de Vida. Siempre me simpatizo el potencial que tienen estas tecnologias de las bambus para ser utilizadas como elemento tecnologico de desarrollo. Ahi en el INTI estaban mis intenciones de llevar adelante esa vision, aunque luego aprendi que los tiempos siempre varian a lo que uno imagina cuando los proyectos involucran diferentes actores.


Pero los hilos de nuestra vida se van tejiendo sin que nos demos cuenta, los caminos que transitamos sin tener en claro hacia donde nos llevan, terminan entrelazandose y conformando una red que nos revela nuestro destino. Mirando hacia adelante todo parece incierto y a veces hasta inconexo. Pero ya mirando en retrospectiva, todos nuestros sucesos y decisiones que elegimos parecen conformar una bella sinfonia en donde cada evento se conecta de manera armonica y fluida con el anterior. Por eso me siento seguro de que conviene actuar asi, siguiendo la intuicion del corazon, los llamados internos que nos hacen decidir a veces sin poder justificarlo logicamente. Hasta ahora ese metodo no me ha fallado. Las mejores invenciones y avances en disenho las he logrado cuando me puse a trabajar bajo un impulso casi mistico, guiado por una fuerza o una conviccion inexplicable e ilogica, inspirandome en voces e imagenes breves pero potentisimas que de pronto golpeaban desde adentro. En esos momentos, uno puede dejar pasar la tormenta y seguir con su rutina. O sino izar las velas y salir a navegar alocadamente en un torrente de creatividad y de locura.


Pero para que actuar, para que crear, si nada importa mas que la vida misma, delimitada y renovada por la muerte?


Por eso en mi vida fui entendiendo la importancia de conocer el entorno para conocernos, el valor del presente como unico elemento existente...y mas al final, la importancia de comunicarnos y compartirnos, tendiendo puentes entre las almas, para poder hacer frente a la implacable oscuridad de una existencia aislada y solitaria, producto de una vida culturalmente competitiva e individualista.


Asi fui aprendiendo del poder inmenso de la solidaridad, principalmente para con nosotros mismos, y como ante una disyuntiva entre dos opciones posibles, siempre debemos optar por la mas generosa. En este gran conglomerado de acciones y reacciones que dan forma al universo, el cambio de actitud que hagamos en nuestro comportamiento es el que luego veremos reflejado en los que nos rodean.


Y en esa intencion de conocer lo que nos rodea, para poder ponernos a prueba y asi conocernos interiormente, cada vez entiendo mas el invaluable beneficio de viajar. No irse de vacaciones, que es una cuestion distinta porque a la vuelta nos espera la misma rutina que antes. Sino viajar para encontrarnos, sumergiendonos lo mas profundamente posible en la forma de vida de los demas, en otros lugares. Y sabiendo que a la vuelta no seremos los mismos, sino una consecuencia mejorada de todos los sucesos que durante ese viaje nos ensenharon y formaron, de la misma manera que un cincel modela la piedra amorfa.


No me equivocaba cuando intuia antes del proyecto que viajar en bicicleta era una experiencia unica y determinante. Pero no hubiera imaginado que esa experiencia podria modificar mi manera de entender la vida misma, y que pronto sentiria un llamado casi adictivo e incuestionable para volver a salir sobre las dos ruedas tras aquellos horizontes lejanos que quedaron sin descubrir.


Lo dificil durante el viaje, un sentimiento recurrente cada varios dias, es la sensacion de ser un parasito de la sociedad, un simple expectador del mundo que nada hace mas que atravesarlo y apenas sentirlo, sin incidir ni contribuir en su mejora. Es entendible, pues uno se impregna de tantos saberes y aprende tantos valores de los lugares que recorre, que se termina sintiendo en deuda por no aportar algo de valor, por creer que en otra situacion podria estar ayudando con su trabajo, pero que en ese momento del viaje no hay tiempo ni recursos para hacerlo. Por eso a veces uno registra y escribe sus vivencias durante esos dias, al menos tratando de valorizar todo lo sucedido, para poder plasmarlo posteriormente de algun modo que sea fructifero y valioso, y asi darle algo mas de sentido a nuestra participacion en esa experiencia. Quizas a muchos no les haya pasado esta sensacion, pero son tantos los que me encontre durante este ultimo viaje que experimentaban interrogantes similares a lo largo de sus caminos errantes.


Hoy, encontrandome en mi casa de Rosario, trato de hacer ese balance que me ayude a aclarar mis ideas, que me indique hacia donde seguir. Hay muchas puertas abiertas, y tantas nuevas oportunidades que surgen a cada momento.


Seguimos recibiendo excelentes repercusiones del proyecto, en especial de difusion mediatica, y en estos dias nos reencontramos en el camino que vincula esta idea como motor de desarrollo social impulsado desde el Estado. Estamos desde hace semanas en un stand bambucicletero dentro de Tecnopolis, la muestra de ciencia y tecnologia promovida desde el Estado que se encuentra en Bs As, y fuimos elegidos finalistas para el premio Innovar. Anteriormente tambien, fueron sucediendo mas reconocimientos de este tipo, y si seguimos trabajando en nuestras flaquezas y potenciando nuestras virtudes, no hay duda de que en el futuro habra mas noticias positivas de este tipo.


Pero mientras tanto me encuentro solo, a la deriva con mis pensamientos, buscando el norte entre tantas que empujan por materializarse. Ya no se encuentra Marketa conmigo, quien ahora mira la luna desde otro continente, desde alguna ventana de su Republica Checa natal. Fueron tantas las noches que pudimos compartirnos viendo ese disco plateado guiandonos desde el cielo, que hoy siendo nuestra primer luna llena estando lejos, todo se siente mas frio y gris.


Aquel dia que nos conocimos en Belgica notaba que me atraia, pero no hubiera imaginado que tras tantas experiencias vividas, su espiritu brillante y bondadoso llegaria a arraigarse tan dentro mio.


Conocerla a ella fue poder encontrarme con mi lado mas humano, mas solidario y compasivo. Su paciencia y optimismo me ensenharon a fluir de mejor manera por la vida, a poder apreciar y valorar todas las cosas buenas que la existencia nos revela, sin dejarnos desequilibrar por los sucesos desfavorables. Estando con ella pude reconocer esa luz calida de afecto que destella dentro de nosotros, que existe en todos, pero que nos acostumbramos a ignorar. A traves de ella veo representadas mis mejores intenciones de ser una persona mas buena y justa, generosa y humana. Hasta antes solo intuia la existencia de un camino determinado por acciones de cooperacion y entrega solidaria, de ser capaz de elegir una ruta que me lleve al bienestar personal, pero aportando a la evolucion del entorno. Pero con ella, y mas aun durante nuestro viaje en bambucicletas por Sudamerica, pude percibir esas posibilidades como realidades tangibles. En definitiva, me ensenho acerca del amor y de como experimentarlo en lo cotidiano, mucho mas de lo que yo entendia.


Aun conservo la intencion inicial de hacer un viaje en bicicleta solitario, para poder alguna vez en mi vida encontrame cara a cara solo conmigo mismo, enfrentandome para decidir mi destino tras cada Km pedaleado. Se que experiencias como esas son unicas y reveladoras, pero que sin embargo aun no me he decidido a vivirla. Y existiendo companheras de viaje como ella, mas aun me cuesta elegir iniciar una experiencia asi tan personal y solitaria. Igualmente, una cosa no excluye a la otra, pues los recorridos son infinitos y el tiempo disponible es la vida misma.


Todavia entonces queda en mi cabeza la idea de partir en bicicleta nuevamente. Esta vez quisiera llevar un trailer (de bambu obviamente, que ya construi) cargado con algunas herramientas elementales de trabajo. Asi quizas podria dar mi aporte, ensenhando en los pueblitos errantes que visite en mi camino, algunas de estas tecnicas de trabajos manuales como las que utilizo para armar las bicis. El asunto es encontrar un espacio para un viaje asi, sin itinerario ni cronograma, solamente guiado por las senhales que se vayan presentando durante el camino. Volver a salir por nuestras tierras, pero esta vez con un rumbo norte mucho mas acentuado. Hay tanta belleza en nuestra escondida Latinoamerica, que salir a su encuentro no debe hacerse esperar. Solo hay que confiar en que el mismo camino va a determinar el rumbo a elegir, y que esas senhales casuales tambien redefiniran, lo sabemos bien, nuestra vida misma a partir de entonces.

domingo, 10 de julio de 2011

Día 4 Cerro San Javier - Benjamín Paz.

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Es fantástico como nuestra situación pudo cambiar de un momento para el otro, de la misma manera que el día sucede a la noche. Amanecimos temprano: como siempre Jere y Mariano ya se habían levantado antes que nosotros y estaban terminando de plegar y guardar su carpa. Nosotros aún dormidos tardamos un buen rato en organizarnos y empezar a movernos. Ellos siempre tenían la paciencia para esperar nuestro cuelgue. Afuera se veía nublado y neblinoso, pero por suerte con el correr de los minutos mientras desayunamos unos mates el cielo se fue despejando y la niebla se fue limpiando, permitiéndonos ver por primera vez el hermoso paisaje en donde nos encontrábamos. Había en vez de guachines escabiándose como la noche anterior, unos amigables obreros de la comuna que nos saludaban amablemente. Unos caballitos pastaban cerca de nosotros en el lugar donde la noche anterior solo se veía oscuridad y frio.

El sol ya brillaba cuando arrancamos a pedalear la subida. Fueron entonces apenas unos metros que avanzamos, cuando súbitamente nos topamos con un mirador a la ciudad de Tucumán, presidido por un Cristo Redentor estatua de cemento de esos imponentes. En un cartelito indicaban cuales eran los Cristos Redentores más grandes del mundo, y aparentemente éste estaba situado entre los primeros. Se ve que compiten a ver quien hace la estatua más grande de Jesús. La ciudad no alcanzaba a verse, porque aún mejor eran cubiertas por unas espesas nubes, dando la sensación de estar en los confines del mundo. Nos sacamos un par de fotos reglamentarias, y seguimos viaje. Fue ahí cuando nos dimos cuenta que a partir de ahí empezaba la bajada en todo el recorrido… adrenalina pura!

Era la primera vez en mi vida que bajaba una pendiente tan pronunciada y constante llevando la bici tan cargada y pesada, por lo que fui con cautela los primeros metros. En realidad creo que era la primera vez para todos que piloteábamos una bajada así con el equipaje cargado a pleno, incluso para Jere. Pero fueron solo esos primeros metros los de precaución, porque la emoción te va llevando a intentar cada vez velocidades mayores.
Las bajadas pronunciadas tienen varios efectos en una bici cargada, por el tema de la inercia. Son muy difíciles de frenar si uno no lleva buenos frenos, y aun así uno puede perder muy fácilmente el equilibrio si tiene que clavar los frenos de pronto. El otro asunto es que uno levanta mucha velocidad si se deja llevar, y eso es otra historia. Ahí yo lo veía pasar endemoniado y veloz a Jere y su carrito, pero hacia un wobbling oscilante todo el conjunto que parecía podría despegarse de la pista en cualquier momento. Yo iba probando posiciones de cómo acomodarme sobre la bici, y por hacerme el banana y querer apoyar los pies como moto casi pateo la dirección y me desbarranco. Jere conto que también, en una no pudo frenar y casi se va de curva. Marketa venía bien tranqui atrás, quizás hasta freno a sacar unas lindas fotos. Mariano también venia al palo, y en una curva no pudo controlar la velocidad y se fue por la tangente. Por suerte no se hizo nada grave, creo que ni llego a caerse definitivamente de la bici. Pero llevaba llanta de aluminio finito en la rueda trasera, y con el peso de las alforjas se le doblo toda en un terrible llantazo.

Le tuvimos que desconectar a la bici de Mariano el freno trasero para que no tocara con la llanta, y arrancamos nuevamente, yendo más despacio. Podía andar, pero con solo el freno delantero no da para andar tan despreocupadamente, y la llanta doblada iba haciendo que se le gastara rápidamente la cubierta, que ya de por si era bastante delicada. Así que a partir de ahí cada persona que cruzábamos le preguntábamos si conocían algún posible bicicletero cerca que pudiera enderezar la rueda sin romperla. No cruzábamos muchas casas, solo arboledas y algunas vacas, y curiosamente unos gringos sacándose una foto agarrando a una de las vacas del collar de manera penosa. Finalmente pudimos dar con quien nos indico que, volviendo unos cientos de metros sobre nuestros pasos, podíamos encontrar a un chico que arreglaba bicis. Nos mandamos por unas callecitas de tierra y llegamos a la casa de ese chico que, estando ahí en el lugar y sin cobrar un pe, nos hizo la gauchada de centrarle la rueda para que podamos seguir viaje. Un autentico gesto solidario que nos cambio las caras a pura alegría.

Así seguimos de bajadita empinada a bajadita suave, y un bicho que casi me revienta el ojo me hizo aprender que cuando uno va muy rápido da para ponerse los lentes… algunos son grandotes como el ojo mismo y duelen cuando uno los choca. El camino era tan fácil de pedalear que apenas paramos en las piedras a orillas de un arroyo que cruzaba la ruta a tomar unos mates con galletitas. En esas pocas casitas que había cerca, siempre la cumbia sonando de fondo.

Hasta que llegamos a la intersección con la ruta 9, una arteria nacional con gran flujo de camiones y muy angosta, por lo que de pronto otra vez volvió a cambiar el panorama. Se había acabado la bajada, y el tramo empezaba a ser una leve subida. Pero lo que jodía no era que había que pedalear con más fuerza para ir más despacio, sino que los incesantes camiones y ómnibus nos pasaban siempre muy cerca y de manera peligrosa. No había banquina pavimentada por donde pedalear, apenas unos cm desde la línea blanca. Y uno no se podía acercar mucho al borde tampoco porque había un desnivel considerable hasta la tierra, y caerse ya era de por si problemático.

El verdadero problema era cuando veíamos venir uno o más camiones en dirección contraria. Ahí entonces yo me daba vuelta a mirar si detrás teníamos otros camiones viniendo, hacia una posible triple intersección con nosotros y el otro camión. Cuando eso sucedía, no había lugar para nosotros y ellos, y entre bocinazos histéricos provenientes de todos lados nos teníamos que tirar irremediablemente a la banquina de tierra. A veces pareciera que los conductores argentinos se creen que una bicicleta no tiene espesor, y que ocupa el lugar de la línea blanca lateral como un objeto bidimensional. Siempre nos pasaban a cm de distancia, y la turbulencia de aire que generaban llegaba a sacudirte. Los camioneros al menos de lejos ya te van tocando bocina para que te corras, y corroboran su accionar pasándote bien cerquita. Los conductores de ómnibus son los peores, porque vos no los escuchas venir y cuando te están pasando por al lado bien cerquita te tocan bocina, haciéndote caer del susto. Los de autos son los más cagones, te tocan bocina mil veces desde re lejos como si te estuvieran por chocar y trataran de prevenir el accidente, y después ves que era un autito que te pasa a 10 metros de distancia.

Fue un cambio total en la onda del viaje, ahora estábamos con el casco bien puesto como talismán contra el miedo a ser aplastados. Si alguno de los inmensos vehículos que nos pasaban tan de cerca nos llegaban a tocar, íbamos a quedar enroscados entre sus ruedas y no iba a haber casco que sirviera más que para engordar el enchastre de tripas que íbamos a dejar en el pavimento.

Así seguimos pedaleando, en medio de una constante tensión por el asedio continuo de los motores y de los bocinazos desquiciados. No podíamos disfrutar el paisaje de la misma manera que al principio del día, aunque tampoco había mucho para ver en los alrededores de la ruta 9.

Para cuando se acercaba el atardecer y se iban acabando las horas de luz, comenzamos a ver donde podíamos hacer campamento para pasar la noche. No había mucho en el camino, salvo las entradas a algún pueblito. Finalmente decidimos detenernos en una estación de servicio con duchas a la altura de Benjamín Paz, sobre la ruta. No era el lugar más agradable para hacerlo, en medio de decenas de camioneros que también estaban parando ahí para buscar refugio y amores de alquiler, pero fue lo único que encontramos y ya no teníamos tanto tiempo de luz para especular con otro lugar.

Después de elongar pacientemente las piernas extenuadas, Jere y Marketa fueron a una despensa a buscar algo de comida para cocinar, mientras con Mariano instalábamos el campamento con su correspondiente fueguito.

Ya teníamos las carpas armadas y las llamas prendidas, cuando otra vez se nos vino encima una lluvia. Hasta hacia un rato era todo sol y calor, pero en un instante se abalanzó un frente de agua que nos cambio el panorama: carpas mojadas, piso mojado, fuego que se apagaba y no teníamos donde cocinar. Fue entonces que Mariano vio que cerca de donde estábamos nosotros había un quincho de paja y madera que parecía estar en desuso. Fue una afortunada decisión la que tomamos en ese instante, decidiendo cargar todo, incluso el fuego, y mudarnos hacia debajo del quincho para armar campamento ahí y pasar la noche más secos a resguardo de la lluvia.

La mudanza fue anecdótica, cargando todo sobre el carrito de Jeremías, que iba y venía con la bici llevando las cosas para ponerlas bajo techo. Ahí pudimos estar más tranquilos, y a machetazos conseguimos madera suficiente como para hacer arder una fogata motivadora que nos hiciera olvidar del cansancio y de la lluvia que ya estaba encima nuestro. Esa noche aprovechando tal fogón, nos cocinamos un delicioso pollo con arroz, acompañado por vino tinto en cajita, de esos que se consiguen en todos los pueblitos y paradores alejados.

En un momento mientras cocinábamos, un gaucho a caballo salió de la oscuridad y se vino hacia nosotros. Fue una visita amigable, venía a contarnos que él era el cuidador de ese quincho, que pertenecía a un boliviano que ahora estaba en su país, y que le había dejado el cuidado del quincho a su cargo. Nos tranquilizo con que ahí estaríamos seguros, y que él iba a estar controlando para que nada nos sucediera. Así que habiendo recibido la bendición del sereno, podíamos estar tranquilos y sin problemas para pasar la noche ahí.

Aprovechamos las duchas de la estación y nos pegamos un baño caliente revitalizante, que nos dejo relajados y bien blanditos. Comimos opíparamente, y nos quedamos luego en una larga sobremesa conversando acerca de los sucesos inesperados del día, como la sorpresa de los despistes en la bajada del cerro, que casi nos cuesta una rueda y parte del viaje.

Cubrimos las bicis con un plástico para que no se vieran tan llamativas desde lejos y pudieran incitar a un robo, acomodamos el resto de las cosas para que no se mojaran con la lluvia que nos acompañaría toda la noche, y de a poco fuimos atrincherándonos en nuestras carpas para dormir. El cansancio físico se sentía, y había que reponerse para el día siguiente, que esperábamos también seria desgastante. Igualmente todavía no sabíamos que iba a pasar con la lluvia. Si al otro día seguía muy tormentoso, no tendría sentido arrancar a mojarnos pedaleando, y quizás deberíamos esperar. Así que nos fuimos a dormir, con la incertidumbre de no saber que nos depararía el mañana.

domingo, 26 de junio de 2011

Día 3: San Miguel de Tucumán - Cerro San Javier.

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Cuando me levante para ir al baño me acorde de los mojitos que habiamos escabiado la noche anterior. Me dolía un poco la cabeza, la panza medio revuelta, y ese gusto en la boca seco y pastoso, bien de resaca. Eso era una molestia para arrancar a pedalear, sumada al cansancio de dormir poco. Afuera encima estaba feo, todavía llovía bastante y el cielo completamente nublado. Y sumado a eso, Marina nos estaba invitando a comer un delicioso asado al mediodía ahí en su casa, algo que desafortunadamente tuvimos que rechazar porque ya veníamos con la idea de la noche anterior de empezar el viaje con los chicos.

Así que nos despedimos apresuradamente de Marina agradeciéndole por tanta amabilidad y nos fuimos a encontrar a la plaza central con Jere y Mariano, para arrancar rumbo al cerro. La idea era hacer el circuito chico que sube hasta la cima y desde ahí retomar hasta la ruta 9 rumbo norte a los carnavales en Humahuaca. Faltaban varios días todavía para ese sábado en el que despiertan al diablo, por lo que contábamos con suficiente tiempo como para ir tranquilos. Pero el aliciente de ir acompañados por los chicos y tratando de acercarnos a su ritmo era motivo para que decidiéramos partir así tan a las corridas.

Nos encontramos con ellos cerca del mediodía, y como siempre seria desde entonces, ellos estaban listos esperándonos desde hacía ya un rato. Habían comprado unas empanadas, que picamos al paso para no perder mucho más tiempo y arrancamos.

Los primeros km fueron como si anduviera en bicicleta por primera vez. Aun no había despuntado como acomodar y distribuir bien el equipaje en la bici, por lo que se sentía muy diferente, y maniobrarla con agilidad teniendo el manubrio tan cargado y desequilibrado era bastante molesto. Uno cuando hace algo por primera vez trata de estar bien atento y minimizar las chances de mandarse una cagada. Por eso íbamos pedaleando despacito, sin forzar ningún musculo, en especial toda la zona de la rodilla que cuando se jode es complicado. Y sumado a esa atención interna a cada ruidito del cuerpo que está haciendo una actividad a la que no esta tan acostumbrado, venia también el testeo por primera vez del atuendo de ciclista nerd: calza con acolchadito, guantes, remera y medias dryfit sintéticas, casco, y ese tipo de artículos que a veces se asemejan más a talismanes de la suerte que a objetos prácticos.

Así venían transcurriendo los primeros 15 km, como un testeo tranquilo, hasta que de pronto al pie del cerro el camino se puso definitivamente empinado. Si bien era algo que esperábamos pues sabíamos que la cima estaba en nuestra ruta, siempre uno putea por dentro cuando ve a lo lejos que está yendo hacia una subida complicada. Así que encare con envión pedaleando fuerte, pero al toque fui perdiendo impulso, quedando solamente con la potencia que tiraban mis piernas en el cambio más livianito, a esa velocidad que es casi paso de hombre y en donde apenas uno se mantiene en equilibrio. Venia tirando concentrado en no caerme, cuando al mirar para atrás veo que los chicos hacía una cuadra que estaban parados. Es que Marketa se había bajado de la bici, y debido a la subida no podía volver a arrancarla y pedalear. Intentó caminar empujándola pero era aun mas difícil… así no íbamos a ningún lado. El viaje recién empezaba y ya estábamos complicados.

Es aquí entonces donde Jeremías tuvo el gran gesto solidario de alivianarle el peso a la bici de Marketa, cargando él la mochila de ella en su carrito. Quizás fue porque la bici quedó más liviana, quizás porque Jere logró transmitirle fuerza y equilibrio, la cuestión es que Marketa pudo entonces retomar la pedaleada. Así fueron entonces transcurriendo los siguientes km, bien despacio, en fila india, íbamos subiendo la ruta zigzagueante que nos llevaba a la punta del cerro. Durante todo el primer tramo, Jere iba acompañando a Marketa en su ritmo, buscando por sobre todo transmitirle la idea de esa pedaleada suave pero constante que cada uno tiene. Alrededor, el paisaje iba dando su aporte para enseñarnos por primera vez ese estado místico de conciencia que se logra en esas interminables subidas. Estábamos rodeados por una vegetación muy frondosa, donde no quedaba espacio libre que no fuera verde. De esos paisajes en donde ni el marrón del tronco de los arboles se pueden ver porque estos ya fueron cubiertos por enredaderas. Y era de entenderse esa exuberancia debido al clima, pues había una llovizna muy tenue pero persistente que parecía ser habitual en esa época que andábamos. Lo único que molestaba un poco era la cantidad de autos que había circulando y que apenas nos veían por la fría neblina que iba en aumento con el correr de la tarde.

Hicimos un par de paradas durante esas horas, para elongar y comer algo de fruta, galletitas y mate. Ahí aproveché también para fijar mejor las alforjas con un poco de alambre, porque venían bamboleándose demasiado y se ponían molestas para el equilibrio. Por momentos lloviznaba mas, por momentos menos…así que al pilotín de lluvia lo tuvimos siempre a mano.

Ya cuando se iba poniendo más oscuro, todavía estábamos en constante subida. A mí personalmente ya me había ganado el cansancio, y esa neblinita lluviosa y fría ya me había penetrado hasta los huesos y mojado la ropa. Así que decidimos buscar donde acampar, algún piso seco donde poner las carpas para pasar la noche. Primero paramos a preguntar en una casa, pero no tenia mejor lugar para poner las carpas que el pasto encharcado debajo de un árbol. Pero nos tiraron como referencia un lugar más arriba, en donde había un tinglado de chapa que usan en la comuna. Ahí fuimos, y si bien no había gente a quien preguntar nada, encontramos entre la niebla un piso con techo de chapa, junto a unos baños públicos. Para el tema comida, había a unos metros una despensita en donde conseguimos algunas verduras, escabio, pan y unos fideos que también compramos. Estaban meta cumbia y desfilaban porrones a dos manos, se ve que todos los de la zona se juntaban ahí a pasar el rato. Nosotros nos pusimos las carpas debajo del tinglado, y con mi machete mariano consiguió madera suficiente como para cocinar y calentarnos durante gran parte de la noche.

Fue grandioso sentir ese poder revitalizante y motivador del fuego. Porque veníamos bastante desmoralizados tras un día de tanta subida y con dudas en cuanto a nuestra capacidad física para afrontar caminos tan empinados y yendo cargados de equipaje. Pero el fuego y una comida bien contundente de pastas y verduras nos trajeron de vuelta el buen humor, y fortalecieron las ganas de seguir.
El cansancio nos vino de pronto con la digestión tras la cena, y de a poco nos fuimos yendo a dormir. A lo lejos, los guachines seguían con la cumbia cada vez más fuerte, y se oía ese griterío de borrachos. Así que amarramos con candado las bicis, y por seguridad me metí el machete dentro de la carpa. No como defensa, poco me ayudaría, sino por lo menos para no dejárselo a mano a alguno que pasara cerca. Mientras me dormía, si bien estaba tranquilo, los pensamientos en mi cabeza giraban en torno a la sensación de vulnerabilidad. En esa carpita, tan expuestos a que el mas tonto de los borrachos nos pudiera hacer alguna una picardía, tratando de dormir después de un día de extenuante pedaleada en donde apenas subimos unas decenas de km. Además, sin saber cuan empinada seria la subida del siguiente dia, ni cuanto faltaba para llegar a la cima del cerro donde se encuentra el Cristo. Sabía que todo saldría bien y que se iría acomodando de alguna manera, pero todavía no confiaba completamente en ese axioma. Mejor dormir y esperar el panorama que nos depararía el siguiente día. Afuera la noche era fría, y todo estaba oculto bajo esa neblina que por momentos llegaba a llovizna que mojaba de costado.

lunes, 20 de junio de 2011

Viaje en Bambucicleta por los caminos de Sudamerica (Argentina, Bolivia, Brasil).

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Es tan fácil perderse en los laberintos de la rutina cotidiana…

Hoy, como varios de los días previos, me invade una conocida melancolía. Me encuentro otra vez en Rosario, luego de estar casi 4 meses ausente viviendo una historia que jamás quisiera olvidar. Pero el invierno ya anticipado dio su aporte con sus grises nostalgias tempranas, y el quilombo reinante en casa trajo su cuota de angustia que ya me es familiar.

No todos los viajes son iguales, pero este último sin duda fue el más singular de todos los que hice hasta ahora, cuando me encuentro en las puertas de mis 30. Fue atípico por cómo se fue gestando, por la manera en que se fue dando, pero por sobre todo, por haber tenido la fortuna de organizarlo y compartirlo de un modo tan intimo con alguien con quien me terminé entendiendo tan profundamente. Es que con ella nos habíamos visto apenas una sola vez previamente en persona, para luego seguir conociéndonos a través de extensos mails.

Siendo concreto, hoy me encuentro tratando de narrar la historia del viaje que hicimos con Marketa en bambucicletas, durante más de 3 meses pedaleando los caminos de América del Sur. La difícil motivación para sentarme a escribir la encuentro en mi deseo de no olvidar… fueron tantos los aprendizajes y tan invaluables las experiencias vividas, que quisiera poder retener esos cambios de perspectiva y esas visiones tan claras de la realidad antes de que el fantasma de la rutina me induzca a un forzoso cambio de enfoque, adormeciendo nuevamente mi espíritu frente al abrumante tedio cotidiano.

Con Marketa nos conocimos hace más de un año en Bruselas, por un gran amigo en común, cuando yo andaba por esas tierras. Nos vimos apenas una noche y la tarde siguiente, pero las charlas que tuvimos alcanzaron para que nos pusiéramos a pensar de otra manera. Ella venia orgullosa por su trabajo en cooperación internacional como consultora de la Comisión Europea, yo en cambio estaba en un momento más radical y desconfiado frente a las instituciones de caridad humanitaria. Nuestros puntos coincidían en los objetivos, aunque discerníamos en los caminos para llegar. Yo me reía de su confianza en la burocracia, ella de mis planteos excesivamente delirantes… Jamás hubiera creído que tiempo después, la última noche del viaje cuando nos despedíamos en Curitiba, ella conto que una de las primeras dudas e interrogantes acerca del rumbo de su vida, que hasta entonces le parecía más clara, le surgieron luego de esa primer conversación la noche en que nos conocimos…en donde en realidad yo con cierta pedantería le ninguneaba el rol de las instituciones políticas europeas.

Cuestión es que nos caímos muy bien, y la despedida en Bruselas con un fuerte abrazo se transformo en un intenso intercambio de mails los meses siguientes, donde nos fuimos contando de a poco lo que éramos, lo que anhelábamos ser, nuestros pensamientos mas retorcidos. Así fuimos conociéndonos, carta tras carta, de manera paciente y sin mediar la presencia física, durante los largos meses que vinieron.

Tiempo después, ella me conto su idea de venir a recorrer Sudamérica de mochilera. Me entusiasme de entrada con el plan, y me di por aludido como si fuera una propuesta, que acepte redoblando la apuesta: hacer ese viaje juntos en dos bicicletas de bambú, que yo iba a diseñar y construir para tal ocasión.

El proyecto de las bicicletas de bambú ya hacia como 5 años que me tenía andando y trabajando, y este era quizás el momento adecuado para ponerle el broche de oro, el viaje sudamericano pedaleando que le había dado origen en mis sueños tempranos. Es que la intención inicial de construirme una bici, allá por esos años pasados, había surgido con el fin de poder usar esos modelos de bicicletas para viajar por nuestras tierras. Si bien desde entonces ya había hecho varios viajes en donde fui con bicicletas de bambú construidas por mí, todavía nunca había hecho ese tan anhelado viaje inicial en donde cortaría con todos los lazos cotidianos para lanzarme pedaleando desaforado a la ruta con la intención de no volver la vista atrás durante largas semanas, pudiéndome así sumergirme en una realidad diferente.

Por otro lado, este era el momento indicado para intentar hacer ese viaje, pues después se iría complicando cada vez más: Desde hace tiempo que se han sumado al proyecto de las bambucicletas dos grandes amigos personales, Chipo y Nino, con quienes trabajamos para llevar adelante como emprendimiento una idea que hasta hace poco para muchos parecía utópica. Los detalles de cómo venimos remando los últimos años contra viento y marea para poder sacar a flote la empresa trascienden estas memorias de viaje, pero estoy convencido de que son dignos de un libro entero. Es incontable la cantidad de inconvenientes y trabas de todo tipo que uno encuentra cuando quiere hacer un emprendimiento autosustentable. Por eso ellos también han venido esforzándose y pasado carencias para que podamos dar vida a una empresa propia, y es inmensa la dificultad que esto presenta, mas cuando se involucran cuestiones innovadoras que no tienen tanto parámetro de comparación en el mercado. Los últimos meses fueron de crecimiento ininterrumpido, pero a costa de desgastar nuestras vidas en incontables laberintos burocráticos y de logística, como también en cuestiones técnicas y prácticas.

En esos días justamente estábamos llegando a un punto bisagra, pues se estaba tratando de manera avanzada una negociación con un grupo inversor que también está entusiasmado con la viabilidad comercial del proyecto, una fábrica masiva de bicicletas de bambú. Sus primeras propuestas fueron un tanto elevadas en cuanto a pretensiones de control y porcentajes, por lo que era bueno tomar distancia para analizar todo el asunto desde una perspectiva más general que clarificara el panorama, y que permitiera entender los puntos en común para una negociación que fuera más favorable a ambas partes.

La idea que teníamos con Marketa para el viaje era bastante simple, se basaba principalmente en la improvisación: ella vendría a Argentina en enero, pasaría un par de días por Rosario para que combináramos (y nos conociéramos) en cuanto a los detalles, luego ella seguiría de mochilera por la Patagonia y parte de Chile, para después volver a mediados de febrero a Rosario, donde teníamos ya sacado pasaje en tren hasta Tucumán. Desde ahí, seguiríamos en bambucicletas rumbo norte, aunque sin un trayecto definido. La intención era poder ir decidiendo sobre el camino, hablando con los locales y escuchando su visión y sus recomendaciones, más allá de lo que pudiera indicar una guía o un mapa. Si bien el camino hacia el norte desde allí estaba plagado de subidas, también jugábamos con la carta de que no era obligación nuestra hacer todos los km exclusivamente en bicicleta. Estos modelos de bambucicletas los había diseñado para que fueran fácilmente desmontables en caso de querer hacer ciertos tramos en otro medio de transporte (bus, camión, tren, taxi, auto, lo que fuera…), por lo que eso no era un factor limitante, sino al contrario, enriquecedor para el viaje. El objetivo final de ella era Colombia. Para mí, era impreciso: sabía que podía estar afuera un mes para no abandonar tanto tiempo a mis amigos-socios en el proyecto, y mis fondos no me permitían llegar lejos tampoco. Por eso creía que si todo andaba bien, incluida mi convivencia con Marketa, con suerte llegaríamos a la frontera con Bolivia y recorreríamos un poco de ese país. En el medio estaba la Quebrada de Humahuaca, con sus carnavales que se avecinaban, y era una cita a la que no queríamos faltar. Poco entendía en ese entonces del poder inmenso que ejercen estas experiencias en nuestro espíritu, y como sin darme cuenta y desoyendo los pedidos de mis socios para que regrese a poner manos a la obra en el proyecto, iba a extender mis días afuera del país conociendo otras culturas por más de 3 meses. Lo que parecía una escapada larga por el Norte en bicicleta, se transformaría en una aventura de viaje y de vida que me haría replantear muchas cuestiones de mi manera de vivir hasta entonces, y que me dispondrían de otra manera de cara al futuro.

Así fue pasando el tiempo y llego enero, y Marketa a Rosario. Vino con otra amiga de Bruselas, Magali, a pasar un par de días. Quizás Magali vino también a controlar la situación, no fuera cosa de que Marketa venía a casa y se encontraba con que yo en realidad era un desquiciado que la cortaría en fetas con un machete y se la daría de comer a los perros. Por suerte no fue así, sino que fueron dos días muy intensos en donde quisimos llenar cada espacio de tiempo con alguna actividad. Anduvimos en bici por Rosario, haciendo un tour para mostrarles los atractivos de la ciudad y lo caótico del tránsito. Por la noche, salimos a bailar con mis amigos a un boliche, cosa que no es tan habitual en mí pero que merecía por la ocasión. Nos divertimos mucho, llegando a casa muy entrada la mañana. Finalmente entonces, por primera vez desde que nos conocimos, estuvimos solos y pudimos mirarnos a los ojos, para seguir esa silenciosa charla que había empezado meses atrás. Todas las especulaciones acerca de cómo nos veríamos y sentiríamos en persona luego de habernos conocido tanto por mail estaban quedando afuera. Esos interrogantes fueron cayendo poco a poco como nuestras ropas al suelo. Suavemente nos fuimos desnudando y así mostrándonos cómo éramos realmente, como nos habíamos conocido. Todo fue tan natural que nada hubo que pensar, apenas dejar fluir el lenguaje que ya existía entre los dos.

Rato después, cerca del mediodía, paso Iván a despertarnos del poco sueño que estábamos logrando, para que fuéramos con él al río a empezar una jornada veraniega. Cargamos comida y hielo y encaramos a la guardería a buscar su lancha. El día estaba perfecto, calorcito y sol, ideal para pasarlo en la isla. Fue un día tranquilo, música y bebidas desde temprano, junto con un gran grupo de amigos que estaban ahí desde hacía rato. Así transcurrió la tarde, intercalando algunas zambullidas refrescantes con altos vasos de escabio. Ya cuando caía el sol, en el momento justo para cambiar de ambiente, nos pasaron a buscar en lanchita y cruzamos a una playita parador enfrente, en donde se estaba por largar una terrible fiesta. Así le metimos joda desde recién entrada la noche, en la arena junto al río. Mucha gente, música al palo y luces de colores contrastaban con el inmenso paisaje de la isla. Las estrellas y la luna, el reflejo en las aguas del río con la temperatura justa para bañarse, las fogatas que brillaban a lo lejos…era de esas fiestas en donde uno quisiera quedar atrapado en el tiempo.

Pero el cansancio nos fue ganando, y sobre el final ya estábamos listos para volver… el problema en la isla es que no es tan fácil hacerlo como pensarlo. Así que en una movilización un tanto caótica logramos subir a una lancha (éramos muchos, y había posibilidad de que alguno quedara olvidado en la isla hasta el otro día) y volvimos al terreno de Iván. Ahí bajamos de a poco el ritmo, alrededor de un gran fogón que nos cobijaba de la noche, y contando entre risas todo lo que había sucedido durante ese largo día. Después, siendo una decisión tomada entre quienes manejaban las lanchas, decidimos cruzar a Rosario. Fue un poco difícil ir tanteando en la oscuridad del rio y en sus confusos reflejos el camino de regreso a las guarderías, sin chocar contra algo que se escondiera en la espesura de la noche. Pero haciendo un esfuerzo con la vista y con todos los sentidos abiertos, logramos llegar sanos y salvos. Yo iba en la proa con las pupilas bien abiertas y hasta olfateando el aire. No fuera cosa que nos comiéramos alguna de esas lanchitas que estaban apagadas y silenciosas en la oscuridad. En el medio, hubo tiempo para frenar bajo las luces del puente y hacer una especie de fiestita flotante con la música bien al palo, como para coronar con una imagen así el cierre de una noche memorable.

Los días siguientes, Marketa continuó su viaje hacia el sur, buscando conocer la Patagonia. Yo me quede en Rosario construyendo las dos bicicletas que nos llevarían, y que aun estaban sin terminar. También, estaba a medio construir un carrito de una sola rueda para utilizar como tráiler en la bici y poder cargar más cómodamente el equipaje. Ese fue otro diseño apresurado que no pude finalizar a tiempo.
Asi las largas jornadas sofocantes de enero y principios de febrero fueron transcurriendo, hasta llegar súbitamente la fecha de partida. Esa semana fue una vorágine de actividades en donde apenas tuve tiempo de terminar de armar las bicicletas, así que cuando la cargamos con todo el equipaje recién tenían unas vueltitas de prueba, y no sabíamos ni cómo distribuirlo equilibradamente cuando se nos acerco la hora de partida en tren.

El día estaba nublado, y con todo el apuro que provoca el miedo de perder por retraso el pasaje, salimos pedaleando como pudimos hasta la terminal. Fue todo tan rápido y sin tiempo de reflexionarlo, pero ahora mirando en retrospectiva me doy cuenta de que en ese momento estábamos entrando en otra etapa de nuestras vidas, que a partir de entonces cambiaria nuestra idea acerca de cómo se construyen las aventuras.

Sabía sin embargo que sería un viaje interesante y con muchas anécdotas, así que quise ir llevando un diario con anotaciones diarias. Quien haya intentado hacer esto se habrá dado cuenta de que los sucesos superan a la capacidad de ir anotándolos, sumado a que son tan intensos y constantes esos momentos que uno vive en estos viajes que apenas puede encontrar un minuto libre para detenerse a escribir. Los primeros días me tome el trabajo de la “pausa para anotaciones”, pero en un momento se hizo difícil y apenas pude transcribir los rasgos principales de cada día, en orden cronológico, para que me sirvieran de ayudamemoria futuro, en las horas en que quisiera eventualmente recordar nuestras anécdotas con dulce nostalgia.

Voy a ir reproduciendo las líneas que fui escribiendo durante el viaje, con las acotaciones y detalles que puedo adicionar ahora que pasaron apenas unos días desde mi llegada. Siento que la realidad frenética que hoy encuentro en Rosario me hará ir olvidando de a poco las verdades que fui aprendiendo durante el viaje. Quizás este intento de recopilación me sirva para afianzar esos pensamientos y conclusiones a las que llegue aquellos días, y me ayude a rescatarlos del irremediable olvido al que mi permeable memoria los ha condenado. No voy a negar el hecho de que ir recordando aquellos momentos de alegría tan intensa, me va a traer además aparejado una melancolía sentimental difícil de digerir, producto de tantas felicidades ya sucedidas. Mi intención es recordar y reflexionar acerca de los tantos hermosos momentos vividos durante nuestro viaje sin rumbo, tratando de no sentir tanta nostalgia ante la certeza de que esos alegres momentos ya han pasado.

Fueron unos 100 días de sucesos, que iré transcribiendo de a partes, escribiendo como pueda, en los momentos que encuentre un espacio. No quiero abandonar la tarea hasta finalizarla, pues estos recuerdos corren el riesgo de ir destiñéndose con suma facilidad. Sé que esta metodología de ir narrando cronológicamente los sucesos es harto aburrida, pero en estos días en donde ya todo lo recuerdo tan lejano y difuso, prefiero aferrarme a algún método que me oriente la memoria.


DIA 1
Rosario - Tucumán:

Salimos apurados como pudimos, probando las bicicletas recién en el mismo camino hacia la terminal Rosario Norte. Apenas tuve tiempo de terminar de equipar las bicis, y como buen argentino pude salir del paso fijando todo con alambres. El día estaba nublado y tolerable en cuanto al calor, lo que facilito nuestro andar. Las bicis iban demasiado cargadas en el frente. Se sentían estables y robustas, aunque muy lentas para maniobrar.

Llegamos a la terminal de trenes, y aun no sabíamos que rumbo tomaríamos una vez que entráramos a Tucumán. En la espera conocimos a un antropólogo muy simpático que nos hablo en detalle de tierras paradisiacas, de arroyos y extensas fincas sembradas, de aguas termales y de naturaleza exuberante... pero para llegar a esas regiones deberíamos tomar rumbo suroeste, a Catamarca y La Rioja. Ya ni habíamos arrancado y, como tantas veces sucedería durante el viaje, estábamos sobre la hora decidiendo hacia dónde ir. Pasamos el tiempo de espera a que llegara el tren jugando a marcar con el dedo en el mapa los puntos interesantes que este antropólogo iba narrándonos, con el brillo en los ojos de alguien que recuerda con alegría y deleite imágenes bellas del pasado. Fue ahí en la terminal donde creo que afortunadamente perdimos la guía turística de Argentina que Marketa había traído. Después nos daríamos cuenta que estas publicaciones, si bien ayudan y son positivas en cierto modo para incentivar al viajero independiente a recorrer, terminan determinando un itinerario de viaje muy sesgado, en donde todas las actividades y recomendaciones están pautadas y el flujo de turistas termina viéndose encausado.

El tren que tomamos de la empresa FerroCentral, hay que reconocerlo, es una reliquia que nos recuerda un pasado glorioso en el transporte ferroviario, y nos incentiva a un futuro de reencuentro con los trenes. Para cargar las bicis no tuvimos problemas, pues existe el vagón furgón para llevar equipaje. El único requerimiento, por más que a veces sea una solución ilógica (pero es orden del superior encargado) es quitarle la rueda delantera, como diciendo “ahora sin rueda delantera la bici esta desarmada”. A veces, como en el caso de mi bambucicleta que también tiene alforjas delanteras, desmontarle la rueda no ayuda demasiado en cuanto al espacio, y para colmo resulta más difícil de acomodarla finalmente de manera segura. Quise explicarle esto al chico que trabajaba, pues había lugar de sobra para subirlas armadas sin sacarles nada. Finalmente conversamos con el encargado y las pudimos subir al vagón furgón sin hacer quilombo innecesario.

Con las bicis ya guardadas, pudimos empezar tranquilos nuestra travesía en tren. Fue ideal haber conseguido viajar en camarote, posibilidad que no existe en los ómnibus y que le aporta una gran cuota romántica al viaje. Fueron 19 hs pasando por extensas regiones de nuestro país, pudiendo apreciar todo desde nuestra gran ventana, recostados cómodamente en la cama y sintiendo el suave e hipnótico vaivén rítmico que generan las vías al pasar los vagones sobre ellas. Es muy interesante la perspectiva que proporcionan estos trenes, diferente al habitual recorrido por las rutas de los ómnibus, pues las vías en las ciudades siempre están rodeadas por las construcciones más humildes y provisorias. Así Marketa pudo conocer más de cerca las Villas emergencia, que tan habitualmente se pueden encontrar al pasar por las zonas urbanas.
El viaje en este servicio de tren es muy recomendable, de los únicos que quedan en Argentina hasta su próximo nuevo resurgimiento. Más aun si uno lo hace en camarote. Ahí uno cuenta con dos camas cómodas, un lavamanos y espacio más que suficiente para acomodarse y flashear con la gran ventana al exterior que hace de pared y que permite disfrutar del cambiante paisaje. Además cuenta con un vagón comedor, por lo que uno puede estirarse paseando dentro del tren, yendo a tomar algo, comer algún plato durante la cena o el desayuno, pudiéndose hacer más llevadero el trayecto. Un detalle curioso es que, siendo este tren una formación tan antigua, cuenta con un aire acondicionado que solo funciona en dos puntos: muy fuerte o apagado, sin término medio. Así el comedor se convierte en un microclima invernal en donde uno está obligado a llevarse todo el abrigo que trajo.


Día 2, Tucumán.

Entramos cerca del mediodía a Tucumán. Nuevamente, mucha pobreza en los alrededores. El día estaba nublado y caluroso, se respiraba en el aire esa calma chicha previa a las tormentas. Estábamos en la terminal de trenes rearmando las bicicletas, cuando se nos acercaron a saludar dos chicos que también habían bajado de nuestro mismo tren con sus bicis equipadas. Ellos eran Jeremías y Mariano, y venían desde Buenos aires con la idea de pedalear hasta Humahuaca. Se acercaron porque a Jeremías le había contado de mis bicis de bambú un amigo en común, Adrian, que tenemos en Córdoba. A mí también Adrian me había hablado de Jeremías, quien viaja con un carrito tráiler de bicicleta muy particular, de esos con una sola rueda. Secándonos el sudor que chorreaba ante cada leve movimiento, salimos a pedalear juntos los cuatro rumbo a la plaza central, para buscar un poco de información y orientarnos mejor.

En la plaza hicimos la típica visita a la oficina de turismo, para manguear un mapa y algunas referencias. Jeremías en las alforjas tenía un envase de porrón vacio, así que fuimos a cambiarlo por uno lleno y a brindar en la plaza por un feliz viaje. Fue en ese momento en que se desato la tan preanunciada tormenta, con lluvia contundente que mojaba todo. Resguardamos las bicis bajo un plástico que tenia Jere, en una primera muestra de generosidad por su parte que se repetiría durante los días siguientes.

Cuando paró de llover un poco nos intercambiamos teléfonos y nos despedimos. Con Marketa habíamos quedado en pasar la noche en casa de Marina, una chica que yo había contactado en CouchSurfing unos días antes. Por suerte no vivía tan lejos, y fuimos pedaleando en un ratito. Marina nos recibió muy abiertamente y nos ofreció un tecito y una ducha para recuperarnos de la mojada. Charlamos un rato para presentarnos, hasta que se fue a trabajar, dejándonos las llaves de su casa. Nos quedamos echados un rato, pero después nos fuimos al centro, a encontrarnos con el Arq. Horacio Saleme para hablar sobre proyectos relacionados con el bambú. A él lo conocí en el ecobarrio de Salsipuedes en Córdoba, cuando dio un curso sobre construcción con este material, y nos caímos bien. La idea es que él pudiera participar en la arquitectura de la fábrica de bambucicletas, y ese era uno de los temas a dialogar. Nos encontramos en un barcito cerca de la peatonal para tomar algo, afuera otra vez llovía.

Ya por la noche volvimos a casa de Marina y ella estaba con unos amigos y el novio que había venido de España, haciendo una previa con porrones antes de ir a un recital. Nos quedamos filosofando entre birras un rato hasta que tuvieron que irse, gente muy inteligente y divertida con los que se podía hablar de cualquier cosa. Una lástima que no nos pudimos conocer más.

Nos indicaron unos bolichitos cerca para ir, adivinando bien el estilo que preferíamos. Caímos en uno llamado Playa Girón, en donde a buen precio comimos unos ricos platos, mojitos frescos 2x1, mientras de fondo sonaba una linda banda de jazz. La decoración muy cálida, y en las paredes uno podía leer los versos de la canción homónima de Silvio Rodríguez. Ahí nos reencontramos con Jere y Mariano, para planificar entre más mojitos lo que haríamos al día siguiente. Ellos ya al otro día salían hacia el norte, pero nos proponían hacer juntos a modo de prueba un primer circuito chico para ver cómo nos sentíamos. Es que nosotros por el contrario veníamos muy pachorra llenos de dudas acerca de cuándo arrancar a pedalear y en qué dirección, y asumíamos de entrada quedarnos 1 día más en casa de Marina, para compartir con ella un rato conociendo su ciudad. Pero también éramos concientes de que nosotros dos éramos muy novatos en el cicloturismo, y que eso nos pondría muy dubitativos a la hora de arrancar, por lo que sentíamos que necesitábamos un empujón inicial para ponernos en movimiento. Así que aceptamos la invitación de arrancar al otro día con ellos, y tras un último brindis nos fuimos a dormir, ansiosos ante la exigente pedaleada del día siguiente. Afuera, otra vez, llovía.


Día 3 San Miguel de Tucumán - Cerro San Javier.